La segunda parte de «Captain Tsubasa: Antes de la globalización«. No tan breve relato de cómo la escritura convirtió un pasatiempo cualquiera en una afición permanente.
Por: Jormanks
De la época de mi niñez todavía conservo algunos tesoros: La máquina de escribir de mi abuelo de la que mis tíos, afortunadamente, no se acordaban; unas trescientas láminas de los álbumes de Caballeros Del Zodiaco que terminaron en manos de mi sobrino el mayor, lo que quiere decir que, en estos momentos, pueden estar en cualquier lado; “figuras de acción” de Caballeros Del Zodiaco, que corrieron la misma suerte del ítem anterior; un Famicom completamente funcional; un casete de Captain Tsubasa vol II: Super Striker para Famicom; un papel bastante arrugado en la que hay consignadas unas 10 contraseñas para ese casete, anotadas con desesperación, consecuencia de una laguna mental al no recordar en qué lugar se encontraba la agenda de Pabsa del año 1995 en la que reposan, todavía, 186 claves para 186 situaciones diferentes, algo que llevó en ese entonces a ejecutar una limpieza exhaustiva de nuestras pertenencias para encontrarla.
Son 186 contraseñas[i], a pesar de que el juego cuenta con 33 diferentes partidos en su modo historia. Ahorita, haciendo el recuento de los hechos, esa cifra parece absurda: siempre pensé que eran más. Se sentían más. Sobre todo, cuando uno jugaba toda la saga del Nankatsu en el torneo nacional de Japón. Fue aquí cuando encontramos a los rivales de siempre: Las Águilas del Hirado, el equipo Anglosajón (a pesar de que el símbolo en la camiseta era una hache), el Colegio Asturiano, el Colegio Alemán, Furano, y el equipo de la preparatoria Toho, o Superior. Si bien era el segundo torneo que jugábamos, la dificultad se disparaba de manera absurda. Ya lo había comentado: el Nankatsu tiene a su plantilla normal, con tres modificaciones: la inclusión de Tom Misaki, David Everett[ii], y Jack Morris (Hanji Urabe, en el original).[iii]
En estos tiempos, cuando se habla de quién es el mejor jugador de la historia, existe una comparación tediosa entre Lionel Messi y Diego Armando Maradona. Cabe anotar que en torno de sus éxitos se encontraba un equipo más o menos balanceado, con personas que, en silencio, hacían el trabajo sucio para que la figura brillara. No tenemos que ir más lejos para decir que, tanto en la serie como en el manga, Oliver le gana al San Francis, comandado por Benji Price (Wakabayashi Genzo, en el original), con la ayuda de Tom Misaki. Se podría resumir todo este debate en las palabras de Alfredo Di Stéfano: “Ningún jugador es tan bueno como todos juntos”.
Claramente, Di Stéfano jamás jugó contra los hermanos Korioto.
En Nankatsu solamente contábamos con lo que pudiera hacer Tom, y la mayoría de veces no era suficiente. Resultaba poco común perder un partido con el equipo de Oliver, pero era algo raro avanzar sin sufrir contra los rivales de las escuelas japonesas. Si bien eran solamente seis encuentros, terminaba uno agotando tardes enteras contra Kazuo y Masao, Andy Johnson, Armand Callahan, y Steve Hyuga[iv]. Esta fue una etapa frustrante, más que nada porque al perder un partido se retrocedía en la historia. En esos tiempos la obstinación era una mezcla muy rara entre optimismo, resistencia, y tiempo libre. Persistíamos intuyendo de manera equivocada el final del juego, ya que no conocíamos absolutamente nada sobre él. Se insistía en la teoría de que, por fin, luego de tanta lucha, podríamos rescatar[v] Súper Campeones.
Un día, para mi cumpleaños, tuve el Famicom todo el día encendido, pausado, mientras se hacía la celebración con la familia y amigos. Yo solo quería jugar, algo que terminó dándose: lo hacía en medio de los protocolos dignos de esas festividades, pequeñas ráfagas entre tantas distracciones. Ya muy tarde, luego de los regalos, despedidas, fotos, y demás obstáculos que me separaban del mayor avance que había tenido en el juego hasta el momento, rayando la media noche, no solamente gané la final contra Toho, sino que descubrí esa nueva serie de partidos en la que uno volvía a jugar con Oliver. Ese día, o noche, le gané a ese desconocido y nuevo primer equipo: la Roma, según Wikipedia[vi]. Tuve que apagar la consola con mucho pesar, porque sentía que había perdido todo el día, porque no me pude dar ese obsequio en lo que de manera regular es un día especial. De todas formas, quedaba la promesa de que todavía faltaban algunos partidos por jugar.
Y sí: eran los partidos más difíciles hasta el momento. Solamente eran cuatro, pero los últimos dos daban cuenta de una empresa imposible: se jugaba contra el Hamburgo, de Benji, y la selección de Japón, con todas sus figuras.
El juego contaba con una nueva fase. Sí, existía un nuevo horizonte, más allá de lo conocido y de lo esperado. Apenas supimos que se podía continuar con contraseñas, anotamos como pudimos los diferentes signos en lo primero que encontramos. Convertimos esa pequeña agenda en la guardiana de nuestro progreso, no tanto en la historia, sino de ese crecimiento personal. Pasaría el tiempo, pero permanecería allí el testimonio de toda la lucha que significó avanzar en el juego.
Los primeros garabatos eran muy torpes. Al tratar de ingresar una contraseña terminábamos por probar con varios símbolos hasta dar con el correcto. Esto nos dejó una lección: había que anotar bien las claves. Había que esmerarse. Utilizamos varias técnicas, desde tratar de calcar el texto con una hoja directamente en el televisor, hasta utilizar colores distintos para no confundir los trazos. Y, aun así, no era suficiente.
Hay un fuerte cambio entre las primeras transcripciones y las últimas. Me atrevería a decir que es una especie muy rústica de progreso. No solamente los trazos se hacían más finos, sino que existía un código para interpretar las letras más complejas de este alfabeto japonés. Hay cierto sentido tétrico de abstracción al encontrar las siguientes descripciones:
Pero todo esto se dio en un largo lapso. Llegaron otros juegos, nuevas aventuras, sobre todo en el tema cooperativo, cosas que podíamos disfrutar teniendo un control cada uno, al mismo tiempo. Sin embargo, nos turnábamos para poder terminar Captain Tsubasa. Una vez llegada la recta final, con Oliver en la selección de Japón, dominando el arte de anotar las contraseñas, lo más difícil de todo el asunto era renunciar dejar la historia a medias. Con todo lo que se había jugado, con la cantidad de partidos, de derrotas, de sufrimiento y adversidad acumulada, lo que vendría después sería una práctica de toda esa pericia adquirida, de todo ese refinamiento en la manera de jugar.
Faltaba lo más difícil. Pero estábamos preparados.
Sip, No es Photoshop.
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[i] Las conté dos veces. Bueno, las conté tres veces porque me hicieron perder la cuenta cuando iba en 68, y luego cuando iba en ciento y tantas, porque no podía de la risa: es una cantidad absurda. 186 claves que son reflejo de esa fiebre por querer terminar un juego, querer dominarlo, 186 claves que representan el paso de un divertimento cualquiera a la exploración total de un objeto desconocido, su estudio y una celosa observación durante muchísimas horas, sin contar las muchas más que nos regaló este juego justo antes de saber que podíamos continuar desde cualquier momento y no solamente que era algo que se podía terminar en una sola sentada, como muchos de sus contemporáneos. También se debe tener en cuenta que muchas de estas contraseñas quedaron mal, aunque no creo que esa cifra supere un 10%.
[ii] En el anterior artículo había escrito “David Algo”. El apellido me lo dijo un amigo luego de consultar la Wiki, algo que yo no podría hacer nunca ya que ese jugador nunca fue de mis afectos, no por motivos personales sino prácticos: cuando uno busca el término pecho frío, debería aparecer esta foto.
[iii] Pregunta curiosa: ¿Qué jugadores fueron reemplazados? Estamos hablando de un delantero y un medio campista.
[iv] Los gemelos Tachibana, Jun Misugi, Hikaru Matsuyama, nombres en el anime original. En Español se tomaron, en algunos casos, los nombres de quien hacía el doblaje de los personajes. El caso más evidente era el de Richard Tex Tex.
[v] Hasta no hace poco todavía se usaba este término para describir la culminación de un juego. Supongo que surgió con el boom de Mario Bros. y el hecho de “rescatar” a la princesa.
[vi] Dato anecdótico: las wikis más completas son las que están en español y en japonés, creo. Este dato no se puede confirmar dado el objeto de este texto, precisamente: yo no sé japonés.