por: Jormanks
Una guía para quienes desean empezar por primera vez el popular juego que cuenta con mas de 40 millones de jugadores en todo el mundo.
En Lonely Lodge hay un desnivel en el piso que me jugó una mala pasada. Estábamos con mis dos sobrinos y un gringo en el equipo, íbamos bien, ya quedaban como treinta personas, y nos encontramos con otros jugadores. Cuando vi al primero lo que hice fue arrojar una granada al muro que estaba construyendo. La idea era que la granada detonara con el impacto, para romper la pared, dejando expuesto al enemigo. La realidad, algo totalmente diferente, fue que la granada rebotó, siguió el desnivel del piso y me estalló de frente. Todo mi equipo estaba en el lugar. Todos lo vieron. Risas en español e inglés, revueltas, sonaban en mi auricular. Yo también solté la carcajada. Mi personaje se fue a gachas detrás de un muro donde mi sobrino, el menor, se encargó de curarme.
Al gringo lo mataron entre dos jugadores. A mi sobrino también, aunque me salvó con lo justo. Alcancé a vengarlo: me bajé a esos dos rivales, pero alguien vino por detrás, que ya había anulado al otro sobrino, y me dejó en esa fragilidad inútil de quien espera a que lo revivan cuando no hay nadie más en su equipo. Puro al final me dieron el tiro de gracia.
Todo esto sucedía mientras no podíamos de la risa.
El concepto de Battle Royale es muy sencillo: Existe un lugar en el que se desarrolla el juego. Por lo general una isla, rodeada de agua, que tiene varios pueblos, o granjas, o edificaciones agrupadas en ciertos sitios. Algo que parece desierto, abandonado. Disperso en este lugar se encuentran armas, municiones, medicina y otros elementos que los jugadores pueden conseguir mientras van recorriendo el mapa. Los encuentros son fortuitos, no dependen de un guion. Simplemente existen el lugar, las herramientas, y los jugadores. Aunque este tipo de juego se conoce como survival, PlayerUnknown’s BattleGrounds (PUGB) añadió otro tipo de características: debido a una bomba, una tormenta, o cualquier otra excusa, solamente hay un lugar en el mapa en el que se puede estar a salvo. Por fuera de él nuestro personaje se debilita y eventualmente muere. Al final el espacio es tan reducido que se concentran todos los jugadores que hayan comenzado la partida. Los que sigan vivos. Al final solamente puede quedar uno.
En la partida pueden participar hasta cien jugadores. Esto es un valor agregado muy grande para los que preferimos las consolas, acostumbrados a dos equipos de ocho personas. En Battle Royale se puede luchar de manera individual, de a parejas, escuadrones de cuatro personas, o simplemente dos equipos dividiendo a todo el grupo.
Mi sobrino, el mayor, ahora juega H1Z1. También es gratis, para PlayStation. Me dijo que lo descargara, pero no lo he podido jugar. Lo he visto, sí. Se la pasa allí, jugando con otra gente. Si por casualidad le sale un latino, un español, o un amigo, en el equipo, toma su manos libres y comienza a hablar, improvisando un plan de acción para poder ganar. Ayer, por ejemplo, estaba feliz porque su equipo quedó de primero. Fue a contármelo. Ayer, el mismo día, cuando lo saludé, estaba jugando Fortnite. Le pregunté por qué, si ahora se la pasa metido en H1Z1. “Fortnite no se bloquea”, dijo, lo que le dio mucho más peso a la importancia de su victoria: no solamente le ganó a otras noventa personas, sino que contaron con tal suerte de que el juego no los traicionara. Por eso tanta felicidad.
H1Z1, curiosamente, fue uno de los primeros Battle Royale en salir al mercado. Antes que PUGB, antes que Fortnite. Justo ahora es que está gozando de una popularidad increíble (reportan siete millones de jugadores en PlayStation), por lo bien que le va a su competencia. Fortnite, por ejemplo, es mucho más llamativo por su aspecto visual, porque no utiliza vehículos (por el momento), y porque se siente “más divertido”, como me dijo mi sobrino, el menor. “Me gusta como se ve, parece una caricatura. Me gusta que puedo jugar con mis amigos, y competir por internet. Y porque puedo construir cosas para poder cubrirme y curar a otros”, completó. Este último aspecto es el que me aleja un poco de Fortnite: me siento muy inútil a la hora de crear barreras, bases, sobre todo en medio de una balacera. Mi otro sobrino, el mayor, prefiere H1Z1 justamente por esa razón: “aquí no hay que construir nada, la habilidad es mucho más de combate”. Eso y poder montar en vehículos, que muy a menudo terminan por romper el juego. Y nada de eso importa, así los gráficos evoquen más a un título de la generación anterior. Es decir, no solamente se siente menos pulido: definitivamente lo es.
Pero lo que nos atrae de este tipo de juegos no es solamente eso, sino el poder combatir contra tanta gente, imaginar el drama al notar que el mapa se va reduciendo, o simplemente buscar otra partida cuando a uno lo despachan rápido. Cuando estoy jugando Fortnite pienso en lo que pudo haber sido MAG, ese título de PlayStation que salió hace ocho años: un multiplayer de 256 jugadores. Lamentablemente nunca despegó. En teoría se hacían cuadrillas de ocho personas, que conformaban un ejército gigante. El experimento duró muy poco. Requería de mucha coordinación entre sus jugadores lo que, de plano, limitaba el impacto con quien quería jugar solamente por tener a quién dispararle.
Este tipo de juegos pueden parecer más una hoja de Excel con interfaz gráfica que otra cosa. Por eso el Battle Royale resulta tan atractivo: desorden, anarquía. Buscar un punto en un mapa que otorgue algún tipo de ventaja. Escoger la estrategia sobre la marcha. A veces, cuando uno está entre los últimos jugadores y es eliminado, lo más probable es que se quede observando el desarrollo de la partida. La narrativa ya está definida, y uno hizo parte de ello. Ya hay cierta inversión emocional. Al final, siempre, somos unos cuantos los que nos quedamos de espectadores, porque en ese juego influimos de una manera que no se puede explicar muy bien.
Y, sin embargo, este caos nace de unas reglas que le dan una precocidad superficial. No se parece a RUST, o DayZ, otros survival horror de mundo abierto que cuentan con elementos muy similares, pero se caracterizan porque sus partidas son mucho más largas. En últimas, el Battle Royale lo que hace es organizar el género: por aquí los que quieren la adrenalina obligada de luchar contra el cronómetro, y por allá los que van cultivando con paciencia el juego, armando alianzas e historias que surgen de una manera más improvisada por su propia naturaleza. Dos maneras diferentes de explotar ese sentido de supervivencia.
Tal vez no se pueda identificar el motivo por el qué Fortnite catapultó la popularidad de los Battle Royale. Bien puede ser que su accesibilidad (en su modo Battle Royale es gratis) juega una buena parte, y tal vez otra es porque Fortnite es popular simplemente por ser popular (Griezmann celebra gol atletico Madrid con un baile de Fortnite). Tanto, que hace unas semanas, en el salón de clase, reconocí los efectos especiales del juego, que son muy distintivos. Le pregunté al compañero que sonaba a Fortnite si el juego ya había salido para Android, y me dijo que no, que estaba viendo vídeos en Youtube. Otro se sumó a la conversación, lleno de curiosidad. Preguntó que cuál era la gracia de “Fortinite”. Lo volvimos a mirar no sabiendo bien qué decir. Es muy complicado de explicar, solo puedes experimentarlo.